‘Camino ecológico’, emanadero contra natura/Leer reflexión

1 Oct 2003

 

Invitamos a todos a escribir prosas de alerta, carta de protesta por el Crimen Ecológico que se pretende realizar bajo el nombre de “Camino Ecológico” entre Cerro Punta y Boquete, el cual de “ecológico” sólo tiene el nombre.  La sociedad civil de Panamá no debe permitir semejante proyecto, lesivo a todos los panameños, ya que se atenta contra valiosos recursos naturales:  La biodiversidad y el recurso hídrico, que en la actualidad, son salvaguardados por las áreas protegidas existentes. 

‘Camino ecológico’, emanadero contra natura

Esa es la herencia que dejan los pasos irreverentes del hombre como ser depredador que evoluciona desde el animal que anduvo en cuatro patas

Pedro Ernesto Vargas / OPINIÓN /LA PRENSA, 1 OCT 2003

El hombre –a veces más animal bípedo que bípedo con entendimiento– parece buscar siempre una hegemonía que la naturaleza no le ha otorgado y se reniega a cederle. Y en esa búsqueda, pasa y destruye lo que ha tomado a la naturaleza millones y millones de años construir, creyendo con ello que conquista para el progreso cuando lo que hace es cavar su propia tumba bajo la sombra de ningún árbol, bajo el trino de ningún canto –ni del viento ni del río ni del ave–, y solo bajo la lánguida caricatura extendida de su ignorancia y pequeñez o siguiendo ciego las inevitables leyes de la selección natural de Darwin. Porque si bien es cierto que la explicación cultural puede ser muy bien recibida, el hombre no se comporta diferente que otras especies animales cuando de sobrevivir se trata, aunque el proceder marque su extinción.

¿Qué tienen en común biodiversidad, desarrollo sostenible, recursos naturales, ecosistemas, población humana, vida animal y vegetal, conflictos y bienestar sociales y económicos? Respeto por el medio ambiente y conservación de la naturaleza. Así de sencillo. Ese respeto se aprende y se aprende en el hogar, en las aulas escolares y durante la vida en sociedad, mediante foros académicos y científicos que les lleguen a las gentes. Los conflictos del futuro inmediato serán por la escasez de agua, de bosques, de aire puro y el bienestar por la abundancia de todo ello. ¿Qué pasa hoy? Por un lado, cada año reducimos los bosques tropicales húmedos en 1% ó 2% del total “no tocado” que constituyen hoy solo un 40% de la extensión original; y por el otro lado, las poblaciones humanas siguen en aumento exponencial, incrementando el consumo de plantas y animales, diversidad que se diezma al mismo paso que las tierras se hacen áridas e inhóspitas.

Las cifras son espeluznantes: en menos de 50 años casi duplicaremos la población mundial de 6 mil millones a 12 mil millones de habitantes. Cada seis semanas agregamos 10 millones netos de habitantes más a nuestro orbe. Estaremos entre, sobre o qué dios sabe cómo, un área de terreno y de aguas mucho más áridas y escasas que las que tenemos hoy. La enfermedad y la muerte nos rodearán y el pestilente olor de las enjutas carnes de hombres y animales pudriéndose será el perfume que la destrucción nos permitirá inhalar. Esa herencia no será jamás agradecida por nuestros hijos y generaciones venideras. Pero esa es la herencia que dejan los pasos irreverentes del hombre como ser depredador que evoluciona desde el animal que anduvo en cuatro patas.

El hombre se ha convertido en “una fuerza geológica”, como bien lo señala Dustin J. Penn, desde Austria. Capaz de destruir en un solo “momento geológico” la mitad de lo que habita la tierra hoy, como lo hiciera hace 65 millones de años la colisión de aquel gigante asteroide que tropezó con la Tierra. Al destruir –ya no paulatinamente como se pudo haberse dicho 100 años atrás– el ecosistema que nos rodea –a unos más que a otros–, estamos cerrándole el paso a la vida. Y lo peor es que hombres y mujeres influyentes no son capaces de recrear con seriedad y preocupación genuinas esta imagen, ni siquiera en su microcosmos, cuando toman decisiones pobres pero relevantes que facilitan robarnos oxígeno, carbono e hidrógeno, los elementos primigenios y originarios de la vida sobre la Tierra.

Cuando el primer tractor de CUSA, o quien sea, ose destruir con sus criminales peso y pala el insecto, la raíz, la ranita, el nido, la rama, el tronco, el “picaflor”, la lombriz, la flor o su semilla, y el quetzal que crecen en el Parque Nacional Volcán Barú, se encontrará con hombres y mujeres, niños y ancianos, allí sentados para no darle paso. Hombres, mujeres, niños y ancianos que sí comprenden el sentido del respeto por la naturaleza y su diversidad de especies. Ojalá que para estos gobernantes de hoy y aquellos ingenieros mil veces honrados para mover sus tractores en cualquier dirección y terreno no llegue nunca una lección de poder y destrucción forjada por la furia de las lluvias, por la fuerza del viento y por el indomable caudal de los ríos, todos a una vez, que los obliguen a doblar el lomo y moverse como, otrora, lo hicieran nuestros antepasados prehistóricos.

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